jueves, 29 de octubre de 2009

LAS MAÑANAS DE OCTUBRE


¡Qué calor! Poca ropa disponible en el armario, pues no es tiempo de tener lo de verano. Amaneces sudado de toda la noche con el edredón gordo. Si te destapas te costipas, si te quedas tapado, sudas.

Te levantas y al afeitarte empiezan las primeras dudas. Revisas el día. Pero ¿qué tiene este día que te pone nervioso? ¿Son las clases, la bajada de presión, los papeles que hay que entregar a tiempo? Realmente no es nada y todo a la vez. Son las mañanas, las mañanas otoñales. No se puede vivir así, con ansiedad por el día que no empieza, por no querer que pase el día, por desear que acabe ya. No se puede seguir así, pero la alternativa no me gusta. ¿Que acaso no soy yo capaz de mantenerme firme, de seguir entero? Pues la verdad es que no. No puedo. Sigo siendo efectivo, pero cabreado, intolerante, perdido. Me pierdo el día a día de mis hijos. ¡Qué pena!
¡Que llegue ya noviembre, o mejor diciembre! ¡Que no pase el tiempo o que pase rápido!

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